¿Es confortable tu zona de confort?

Muy de moda se ha puesto eso de salir de la zona de confort. Sí es cierto que cada uno tenemos nuestra zona de confort, y que es un concepto absolutamente subjetivo. Lo que también es cierto, es que cuando salimos de nuestra zona de confort  no salimos para luego volver. Salimos para extenderla. Y la pregunta que me hago es: ¿Es confortable tu zona de confort? Lo pregunto porque hay veces que nos cuesta salir de la zona de confort, pero en realidad ¡ni siquiera nos sentimos confortables allá!

En un video muy difundido por las redes que pongo como referencia al final del artículo explica muy bien lo que pasa cuando nos atrevemos a cruzar los límites de nuestra zona de confort: nos lanzamos a la aventura, o como me gusta decir: nos lanzamos al vacío. Y experimentamos una sensación de empoderamiento (no sin antes haber perdido el aliento), vemos que podemos, que no pasa nada cuando hacemos algo que creíamos que no deberíamos hacer (puede incluso que pase algo mágico), desafiamos nuestros límites, hasta llegar al punto de darnos cuenta de que TODO ES POSIBLE. Y eso engancha. Saber que podemos, que todo depende de nosotros, hace que la vida tome otro color.

«Toda afirmación limitante, así lo es por el simple hecho de que no hemos puesto una lupa para desmantelar el esquema mental que la mantiene viva.»

Empezar a vernos como una pieza más dentro de un juego perfecto, despersonalizar nuestra perspectiva de las cosas, es decir, vernos como vemos una situación de un amigo. ¿A que es fácil aconsejar a otra persona que está pasando por un mal momento? Es muy fácil ver la solución de los problemas ajenos porque no estamos asociados emocionalmente a esa situación. Pues trataremos de hacer lo mismo, pero con nuestras propias vidas. Vernos como una pieza más y comprender qué papel estamos ejerciendo en este teatro.

Desafiar nuestra forma de ver las situaciones nos puede ayudar a desmontar ese personaje. En cada afirmación interna que nos limita, cuando decimos «no puedo», «no soy capaz», «no es posible», «eso no es para mí», nos podemos preguntar: ¿y qué pasaría si eso no fuera así? Toda afirmación limitante, así lo es, por el simple hecho de que no hemos puesto una lupa para desmantelar el esquema mental que la mantiene viva. Cuestionarlo nos da motivación para realizar el cambio. Por lo tanto, no hay imposibles. Hay prioridades, hay ganas, hay voluntad.

Infundirse de valor ante la vida, afrontar con responsabilidad lo que se nos plantea, disfrutar… y sobre todo confiar que las cosas pasan por un motivo y que todo pasa para que aprendamos algo. Ese el horizonte que deseo para mí y para todos: el de ver la vida con ojos de oportunidad. Por eso te planteo lo siguiente: ¿Sabes qué es lo importante para ti? ¿Qué te impide realizarlo? ¿Qué estás esperando que pase para ponerte en ello?